Princeptotilau

Diccionarios

Sopla el viento contra el Palacio de Invierno. La noche es inmensa, silban las tejas, el fuego tira chispas a nuestros pies, chirría el pararrayos con un ritmo circular y ancestral, de barquero celeste. ¡Adelantamos en la oscuridad!

Desde que empezaron a dorarse las hojas del otoño, la reina Rosamunda ha estado viviendo con nosotros en el Palacio de Invierno. Empujada por un deseo antiguo, pero nunca realizado hasta ahora, ha decidido crear, bajo su generosa protección, una nueva compañía de danza que tendrá por nombre El ballet imperial de la reina Rosamunda.

Todos los trabajadores de La compañía del príncipe Totilau hemos estado llamados al servicio de nuestra reina, y en mí ha recaído la responsabilidad de dirigir su primer espectáculo, que tendrá por título Escenas de niños y partirá de las músicas homónimas para piano del gran Frederic Mompou.

Ésta es una tarea que me asusta bastante porque mi conocimiento de este arte es casi exclusivamente como espectador. Fue sólo en mi lejana juventud que pude tomar unas insuficientes clases de danza, pero lo recuerdo como unos años de especial felicidad personal. Es por eso que emprendo el proyecto con una ilusión sublevante.

Una mañana del pasado septiembre nos reunimos en el café del Liceu con la bailarina Beatriz Macías, una mujer inteligente, paciente y trabajadora como pocas (en nuestra prima bailarina lograda la conocimos hace más de un año durante la creación del Petruixka de Igor Stravinsky en el Gran Teatro del Liceo (y desde entonces ya teníamos muchas ganas de volver a trabajar). Con ella hablamos de calendarios de trabajo, horarios, objetivos, metodología, dramaturgia… A Beatriz le parecía que todo era posible, pero yo tenía la inseguridad de un extranjero indocumentado pisando el mundo de la danza , y sentí la urgencia de buscar diccionarios para hablar un lenguaje que desconozco. Así que empecé documentarme…

Busqué diccionarios de la danza, diccionarios de la música, diccionario del teatro, diccionario de símbolos, de figuras retóricas, diccionario de la pintura, diccionario de la escultura, de la arquitectura, del cine, diccionarios del arte, de la belleza, de la fealdad; Diccionario de sinónimos, antónimos, frases hechas, de catalán, castellano, ángulos, francés. Y los imprescindibles diccionarios traductores catalán/castellano, castellano/catalán… Entonces, me imagino que también deberían existir diccionarios traductores realidad/teatro, danza/teatro, o el último diccionario tú/yo, que inauguró Wittgenstein y que tiene la continuación en el diccionario traductor yo/yo mismo, que se está escribiendo en la actualidad en muchas manos desde lo que llaman las neurociencias, tan de moda.

El diccionario es, para aprendiz de brujo, el mejor libro del mundo. Un buen diccionario es el único libro que debe llevarse a una isla desierta, o salvar del incendio de la gran biblioteca, como se dice habitualmente. Leer diccionarios es un antídoto eficacísimo contra el insomnio, la depresión y las preocupaciones del hombre neurotizado. Es necesario perderse en los diccionarios como en los bosques de los sueños más bonitos. Además, los aprendices de brujo debemos cruzar los diccionarios unos sobre otros y utilizar conceptos que sirven, por ejemplo, para las figuras retóricas, aplicándolos a los movimientos de los actores, y hacer lo mismo, igualmente, con conceptos de música, pintura, escultura, etc…

Todo son preguntas sin responder al iniciar los ensayos. Y para sobrevivir mentalmente ante el caos informe, y las dudas cuánticas, establezco una dramaturgia básica (¡muy básica!) y selecciono un conjunto de 14 piezas de Frederic Mompou que serán la música del espectáculo, que no debe durar más de 50 minutos. El criterio por la selección de la música es puramente intuitivo. Primero tomamos las tres piezas del álbum Escenas de niños y luego añadimos las otras 11 piezas haciendo un recorrido por toda la obra de Mompou e intentando que sean piezas interesantes en el oído de un niño. Es decir: música agradable, evocadora de emociones, y que sorprenda constantemente. A continuación, las ponemos en orden a partir de las necesidades de la dramaturgia.

Lo de dramaturgia, en mi diccionario, podría traducirse, simplemente, por un guión estructurado en tres actos que explica un proceso de transformación de los personajes. Por eso es necesario definir quiénes son los personajes y la respuesta a esta pregunta será la misma biografía de Frederic Mompou.

Nuestro compositor, debido a su especial sensibilidad, tuvo una infancia muy rica de emociones, aventuras y fantasías. La única inquietud que se fue consolidando al hacerse mayor, fue que perdería la libertad mental cuando tuviera que escoger un oficio y ganarse las algarrobas. Por eso Mompou se imaginaba como barrendero, porque barriendo, barriendo, podría tener la cabeza libre en sus fantasías y conservar lo más preciado para él: la libertad. Finalmente, la composición musical salvó a Mompou de esta angustia, creando una obra musical llena de sensibilidad, emociones y también, por supuesto, de libertad.

Éste, pues, será el tema de nuestro espectáculo: la libertad en el mundo de los niños. Y mostraremos a dos personajes, un chico y una chica, que a partir del recuerdo de la infancia recuperan su antigua libertad y viven una vida adulta mucho más llena. Con esta premisa nos reunimos en la sala de ensayo del C.C. La Harinera del Clot, Beatriz Macías, Jesús Sanz (nuestro primo ballerino soluto) y yo.

Jesús Sanz es un hombre que hace buen mirar en un día de verano. Tiene un bigote con un aire de François de La Rochefoucauld, y una sonrisa inteligente y contagiosa que me da la impresión de estar delante de un viejo amigo; incluso, a veces, lo confundo por un hermano. Además, Jesús es licenciado en filología hispánica y esto es promesa de agradables conversaciones.

En los ensayos, me sitúo ante mi ignorancia con una indiferencia tozuda. Propongo una música a trabajar, que asocio a un momento de la dramaturgia, y dejo hacer a los bailarines. Beatriz, discretamente, me quita las castañas del fuego y va resolviendo la coreografía y Jesús, que me ve perdido, se lanza a hacer aportaciones con unos “y si probamos…” llenos de coraje. Igualmente acepta mis vaguedades como si fueran las órdenes de un general cartaginés. A veces cometo el error de desconfiar de las propuestas de los bailarines, pero rectifico rápidamente y me dejo llevar por la corriente del trabajo colectivo y el espíritu de juego.

Un servidor se prepara el ensayo a partir del análisis de la partitura (compases, frases, acentos, motivos, dinámicas…) y su posible traducción con momentos de la dramaturgia. Aprovecho el viaje hacia Barcelona para escuchar y escuchar, una y otra vez, la música de Mompou. Todo lo poco que sé de lenguaje musical, trato de aplicarlo a las indicaciones de movimiento que doy a los bailarines, de forma muy simple y directa. Por ejemplo, cuando hay notas que destacan por ser notas muy altas, los bailarines suben y tocan el cielo. Cuando existe el ritmo trepidante de una fuga, los bailarines corren hasta atraparse. Procuramos contar una historia e ilustrar una música, simultáneamente y de forma sencilla, casi como lo haría un niño.

También interviene, en la distancia las aventuras que vivimos Clara y yo con nuestra pequeña hija Laura, de la que siempre hablo en los ensayos y que sirve de inspiración para muchos momentos coreográficos: Laura en la arena de la playa, la Laura cuando la llevo a dormir, Laura cuando hacemos cabañas con sábanas, Laura cuando hago de león y me monta a caballo para que la pasee por las cocinas de nuestro Palacio de Invierno, Laura y las hojas del otoño…

Y poco a poco, vamos componiendo una coreografía tras otra, como islas independientes, sin seguir un orden demasiado preciso, pero grabando todo el trabajo en vídeo donde sí las ponemos en el orden que nos marca la dramaturgia para tener una idea de la sensación de continuidad.

Nuestra escenógrafa Anna Alcubierre nos hace una propuesta escenográfica muy bonita y nos acompaña al final del trayecto de los ensayos. Iniciamos la cuenta atrás del estreno con la sensación de que no tendremos el espectáculo terminado. Pero me consuelo pensando que las artes escénicas nunca están terminadas por completo. En cada repetición frente al público hay cambios y mejoras, y la idea de fijación de la obra hecha me parece contradictoria con la misma esencia del teatro.

A una semana del estreno, el príncipe Totilau me reclama para realizar una gira por tierras tarraconenses con nuestro Caballito de cartón. Clara, esposa amantísima, que está a punto de tener nuestro segundo hijo, se queda ilusionada y cargada de paciencia en el Palacio de Invierno a la espera del feliz nacimiento, y es sustituida, temporalmente, por Juli Mora. Una gran actriz y buena amiga.

Los bolos escolares son muy agradables de realizar. Me gusta mucho la vida imprecisa de la furgoneta, conducir de madrugada, la nieve en la carretera, y los antiguos teatros de ciudades todos los días diferentes. Esta vez tenemos la suerte de poder actuar en Tarragona, la ciudad que más me gusta del país. Tarragona es un caos total. Conviven perfectamente un anfiteatro romano con vistas al mar, con una petroquímica que parece sacada de una película de ciencia ficción. Al mediodía vamos a comer al Serrallo y pedimos un arroz negro que comemos junto al agua. Después vamos a la playa a dormir la siesta. Hace sol y frío, pero raserados en la arena se está bien. La conciencia se funde con el suspiro de la espuma de las ondas, retirándose. Los granos de arena, dorados y delicados, se escurren entre los dedos como los sueños y el tiempo. Sueño con la sala de ensayo y mis bailarines, y en el trabajo que todavía tengo que acabar con ellos… ¡Descanso corto y reparador! Las actuaciones funcionan muy bien. Los niños recitan en voz alta los poemas de Caballete de cartón como si fuéramos un grupo de rock y ellos fueran los fans. Pero no, sólo son niños de cinco años que al terminar el espectáculo gritan, palmando: ¡Otra, otra, otra!

Con Juli reímos mucho. Hagamos al animal y así nos distraemos. Pasamos muchas horas en la furgoneta y no me gusta que nuestros actores se aburran. Además de reír, pasear y comer, también actuamos en Sant Carles de la Ràpita y en Amposta. Caminando por el puente que quería sobre el Ebro, con un viento que nos azota la cara y casi nos hace caer al agua, el río toma un color de mercurio inquietante. Al lado del puente se encuentra el castillo donde se conservan, en tres estratos, restos ibéricos, musulmanes y cristianos. Intento imaginar cómo debería ser el río en época de nuestros queridos íberos. A la hora del almuerzo, en la calle, sólo se ven inmigrantes divagando, que son los que más están sufriendo esta crisis tan animal. Por la noche, cuando vuelvo solo hacia el Palacio de Invierno sobre los neumáticos de nuestro carro de Tespis, mientras me despiden las banderitas blancas de los almendros que anuncian la primavera desde la carretera escucho la radio donde hablan del caso Bárcenas y los sobres de las inmobiliarias a los dirigentes del PP. ¡Viva el Mediterráneo eterno! .

En el ensayo general de Escenas de niños viene mi primo Dani Querol a tomar fotografías del espectáculo. Dani es muy buen fotógrafo. Con él, incluso yo parezco fotogénico. La hija de Dani, Ariadna, viene al ensayo y le gusta tanto el espectáculo que quiere volver a venir al día siguiente. Ariadna es la primera fan de El ballet imperial de la reina Rosamunda. ¡Esto es un buen comienzo!

El estreno de Escenas de infantes fue muy bien. ¡No podía ir mejor! Vinieron muchos amigos, muchos programadores y también muchos desconocidos que aplaudieron con entusiasmo. ¡Los bailarines estuvieron excepcionales! Tenemos una gran sensación de esfuerzo recompensado. El público no quería irse del teatro. Se quedaron hablando y comentando el espectáculo con una sonrisa en los labios y los ojos brillantes. ¡Gran alegría! ¡Viva el ballet imperial de la reina Rosamunda!, pregonaba todo el mundo.

Y yo añado: Larga vida a nuestro hijo Bernat, que ha acabado de nacer, y es bonito como el sol silencioso de febrero en medio de esta gran ventolera… Y que ya reclama sus derechos y nuestras obligaciones, con el diccionario secreto de sus ojos sin fondo!

La imagen del inicio es nuestro querido músico Frederic Mompou haciendo soñar a su ahijada…

¡Hasta pronto!